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Cristian Sosa

Programa VEO

He leído tres noticiasque realmente me hicieron pensar.

La primera señalaba que nuestro país se encontraba en el puesto 74 de 104 países del Ranking de Competitividad del Foro Económico Mundial (WEF). (La Nación, 13 Oct 04)

La segunda, que entre 1992 y 2002, bajó 32 gramos el peso promedio de los recién nacidos. (La Nación, 14 Oct 04)

La tercera, fue el informe sobre el Índice de Percepción de la Corrupción, presentado por Transparency Internacional (ONG con sucursales en 87 países) en donde la Argentina está ubicada en el puesto 108 de 146 países auditados. (La Nación, 20 Oct 04).

El orden de mención no tiene importancia, puesto que es tan grave una como la otra … comencemos por la primera.

La competitividad es la capacidad que tiene alguien (en este caso los países) de encontrar un “lugar” en un ámbito determinado (en este caso en la economía), y sostenerlo en el tiempo mejor que los “otros”.

Como todo ranking, la importancia de su análisis radica en aspectos tales como el lugar relativo de toda la lista y en la comparación con los “otros”.

Pues bien, Argentina se ubica en el lugar 74 de 104 países. Es decir, que nos encontramos en el pelotón del 25% … de los últimos.

¿Quiénes son los tres que están por encima nuestro y los tres por debajo?. Los tres por encima son Sri Lanka, República Dominicana y Algeria, pero también cabe mencionar que Perú se ubica número 67 y Colombia 64. Y los tres que están por debajo nuestro son Gambia, Filipinas y Vietnam. Chile está en el puesto 22.

No hay nada mejor que la comparación como para darse cuenta del valor relativo que un país tiene en realidad. En términos internacionales y utilizando un vocabulario juvenil … la Argentina no existe. Ni como mercado de consumo (porque no tenemos ni cantidad de gente ni capacidad de compra), ni como fuente productiva de ningún bien o servicio con características distintivas (de hecho, tenemos que fijarnos qué pasa con el clima o las cosechas de otros países para ver si vamos a facturar bien). No somos protagonistas de nada porque dependemos de las decisiones de otros.

En cuanto a la segunda noticia, “la cifra, que posiblemente parezca insignificante, adquiere su verdadera dimensión cuando se piensa que durante una de las más terribles hambrunas del siglo pasado, la que se produjo en Amsterdam durante la ocupación nazi, en la Segunda Guerra Mundial, el promedio del peso de los recién nacidos disminuyó 100 gramos.

La problemática del bajo peso al nacer se vincula en forma muy estrecha con la prematurez, es decir, con aquellos nacimientos producidos antes de la semana 37° de gestación, que implican la llegada al mundo de chiquitos con sus principales sistemas (respiratorio, digestivo, inmunológico, sensoriales) aún inmaduros para la vida.

Cuando un bebe no logra superar los 3 kilos el impacto pasará seguramente por su desarrollo cognitivo, ya que el cerebro es lo que más pesa en los bebes, y es muy probable que esos chicos tengan hipotecado a futuro su capacidad intelectual, su rendimiento escolar, o que no logren los mínimos requerimientos para completar su educación o conseguir trabajo.”

En relación a la tercera noticia, es importante señalar que el máximo puntaje (el país menos corrupto) tiene un valor de 10 y el mínimo de 0. Argentina ostenta un denigrante 2.5 como valor, junto a Albania, Libia y Palestina. ¿Qué país latinoamericano es el mejor ubicado en este ranking?: Chile, en el puesto 20 con un índice de 7.4 por encima de España, Francia, Japón. Nótese que Chile también es el mejor país latinoamericano en competitividad en el puesto 22. ¿Será casualidad?.

No se puede dejar pasar por alto que, justamente, Finlandia es el primer país en el Indicador de Competitividad del Foro Económico Mundial y también el primero en el informe sobre Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional.

Desde mi punto de vista, estas noticias son TERRIBLES. Nuestro futuro está crujiendo y hay gente que todavía no se da cuenta, o no se quiere dar cuenta, o no le conviene darse cuenta.

La pregunta movilizadora sería … ¿podemos hacer algo?.

Si yo tuviese un enfoque determinista de la vida, diría que no, que nuestra suerte está echada y que lo único que podemos hacer es “acomodarnos” lo mejor posible a este futuro que está signado por la desesperanza.

Como dice un autor que leí, lo mejor que podemos hacer es convertirnos en mansas ovejas que pastan esperando que algún tigre nos coma … pero eso no es un problema nuestro, sino del tigre.

Somos ovejas inocentes.

Como somos inocentes, no somos responsables. Y, lamentablemente, como no somos responsables, somos impotentes (porque “no podemos hacer nada”).

Claro, como no podemos hacer nada, no somos parte del problema, por lo tanto tampoco podemos ser parte de la solución. Así entonces, nuestro futuro está signado por el resentimiento y la resignación. Punto.

Pues bien, sencillamente, no estoy de acuerdo.

Nosotros sí podemos hacer algo. Pero no cualquier cosa. Nuestra historia reaccionaria se ha centrado en decisiones de tipo espasmódicas, miopes y sobre las consecuencias.

Lo que me gustaría plantear es una proacción reflexiva, de largo aliento y sobre las causas.

No este el artículo destinado a la argumentación (en otro lo haré) sino mas bien a plantear la idea para discutirla.

Dice un autor que “existen tres escuelas de pensamiento que intentan explicar por qué algunos países se desarrollan y otros no. El “economicismo” pone el énfasis en la dimensión económica. El “institucionalismo” que hace hincapié en que lo más importante para que exista desarrollo con las instituciones, la dimensión política. Y, finalmente, el “culturalismo”, para quienes lo más importante es la dimensión social, principalmente la escala de valores dominante en la sociedad en cuestión: frente a ciertos comportamientos y creencias de la sociedad (los valores), se puede predecir cómo van a ser las dimensiones políticas y económicas”.

Mi propuesta es “operativa” y “transitoria” y se centra en el enfoque culturalista porque es más profundo, hecha raíces y es la base de los cambios futuros.

Siempre, por supuesto, creyendo que el único aporte serio y responsable que nuestra generación puede hacer a la Argentina es ser “abono” de las que vendrán, sabiendo de antemano que, tal vez, nosotros no veamos los frutos. Nuestra alegría será saber que hemos realizado el esfuerzo necesario para que nuestras próximas generaciones gocen de este bendito país. No perder tiempo en nuestro goce, sino ganar tiempo en gozar porque otros gozarán.

He llamado a mi propuesta VEO y sus destinatarios son los niños y jóvenes.

Valores
Esfuerzo
Orden

Cuando decimos VALORES, buscamos que nuestros niños y jóvenes sientan y comprendan que hay creencias, ideas y formas de comportamiento compartidos por la sociedad que pueden favorecer el desarrollo personal, institucional y del país.

Cuando decimos ESFUERZO, buscamos que nuestros niños y jóvenes incorporen la ética del esfuerzo como principio de vida. Que sepan que detrás de un logro serio y sustentable, siempre hay un trayecto, un proceso. El logro, es un edificio que se construye desde los cimientos.

Cuando decimos ORDEN, buscamos que nuestros niños y jóvenes adhieran al verdadero concepto de orden: “correcta disposición de las cosas orientadas a un fin”. Que sepan identificar fines, objetivos y que puedan discernir sobre cuáles son las “cosas” que tienen que estar en una “correcta disposición”.

Cuando nuestros niños y jóvenes hayan incorporado los VALORES, el ESFUERZO y el ORDEN, recién allí, se puede aspirar a cuestiones mayores. En realidad, pienso que esas cuestiones mayores serán siendo modificadas (de a poco) por ellos mismos.

Quedan otras cuestiones a resolver. En el futuro iré proponiendo ideas relacionadas a tiempos, etapas, objetivos intermedios que son necesarios para que un Programa llegue a buen puerto.

Cordialmente,

Cristián Sosa - csosa@administrationnetwork.net
Grupo Convergencia
Grupo Cívico para el Desarrollo Personal e Institucional
www.grupoconvergencia.com.ar

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